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  • Súcubo

    Súcubo

    Un perro ladra, en la lejanía de mi despertar.

    Apenas despierto un poco, el ladrido se hace presente en la cercanía. La noche envuelve la habitación, el sueño aberrante comienza a crepitar mi consciencia, la consciencia. 

    Me aterra de donde vengo.

    Ya habían pasado estos episodios. Cuando mi cuerpo está inmóvil, pero mi espíritu despierto. Lo oscuro ya no me visitaba,

    -¿Por qué regresas? Le preguntó.

    No hay respuesta. No sé si ya me puede escuchar, pero yo a ella sí, la oscuridad es ensordecedora. 

    – Ya me habías olvidado.

    – Podrías ser un poco más cordial al aproximarte, que no ves que me aterras. 

    Siempre te aproximas con tu celeridad viscosa, te mantienes un tanto distante, te mueves por las orillas y te cuelas entre las ranuras, cubriendo la superficie de tu negritud. Los ladridos del perro me avisan sobre tu presencia.

    -¿De qué manera me protejo yo ahora?

    Mis gritos solo tú los escuchas, apenas y yo me alcanzo a escuchar. Eres sofocante. 

    Comienzo a sentir el delirio embriagando mi cuerpo.

    Primero los pies, un breve zumbido que se comienza a manifestar, e incrementa hasta que me convierto en panal. Sigo despierto, pero pronto ya no sé si estaré. El vértigo me comienza a desvanecer, mi cuerpo pierde el control, la frecuencia ahora está fuera de mi rango. Existo entre la interferencia.

    Todo comienza a volverse un síncope de la razón, y yo no entiendo nada. Mi cuerpo es como si ya no fuera mío, cada vez es más alarmante tu cercanía, y mi colapso más real.

    Escucho el sonido de un avión de la Wehrmacht, en este limbo de consciencia. 

    Algunas veces logré regresar a mi presente mordiéndome la lengua, sacudiendo mi cuerpo antes de que arribe el desvanecimiento, pero hoy no es una de esas, hoy es demasiado tarde, ya te siento muy cerca, faltan unos minutos que se sienten como eternidad para que nos encontremos de nuevo.

    Otras veces trate de atravesarte, rendirme ante tu frecuencia para poder convertirte en aliada, trate de entrar sin miedo al abismo, pero es imposible no aterrorizarme con tu luminosa sombra. Traté de rescatar algo de conocimiento de la experiencia, pero de la misantropía total, lo único consecuente es la putrefacción. 

    Tengo claro que cuando te acercas siento el abismo, mi abismo. 

    Vivo dormido y despierto en el sueño. Me aterra que me muestres mi somnolencia. 

    Los ladridos me anuncian tu llegada, se han incrementado y no paran. Tú no sabes parar. Eres como una tormenta inminente, ha empezado a llover.

    . . .

    Ahora me dejas verte, pero eres engañosa. Primero te comienzas a manifestar destellante, aún no concibo tu forma, pero pude despertar brevemente, me encuentro tan alerta como el perro de la noche, que aún ladra. No regresaré al sueño, me lo prometo a mí mismo.

    -¿Pero cuánto aguantaré? Mi lucidez es ínfima, debo procurarla.

    No sé si es la oscuridad de la noche, mi oscuridad o la oscuridad aterradora. Esta vez se siente diferente a las demás, antes te colabas entre ranuras y solo te veía en una aceleración, hasta que me ahogabas con tu penumbra.

    Pero me aterras.

    – ¿Aún no lo has comprendido?

    Mis gritos apenas y yo los escucho, es imposible resistirme a este desvanecimiento. 

    Un grito ahogado y un segundo muteado, un tercero y un cuarto que no se materializan, mi palabra carece de frecuencia.

    Es una simple sílaba, una sencilla letra, A. La letra con la que inicia el nombre y apellido de Antonin Artaud. La próxima vez probaré decir su nombre como conjuro. Un quinto grito y ni el aire me escucha. Estoy atrapado en el sueño. 

    Ahora ya no sé cuál es mi lucidez y cuál es mi ensoñación, pero en ambas te manifiestas, así como los ladridos. Y poco a poco comienzo a darte forma, eres un espectro humeante de oscuridad. 

    En ti observo mi vació, y me aterra. Me duele y me incomoda materializarte, tienes el aspecto de una nube cumulonimbos, y estas nubes significan mal tiempo.

    -¿Qué sucederá cuando se manifieste la tormenta?

    -¿O esta es la calma?, en este letargo no sé identificar la diferencia.

    Veo mis brazos y veo mis piernas, y me veo durmiente, pareciese que nada está sucediéndome, pero me veo verte y te veo verme. Eres el centro del toroide, un agujero negro que arrastra hacia tu oscuridad toda aquella luminosidad.

    Pero nunca te había observado con claridad,

    ¿Por qué esta vez sí?, parece que ya te conozco.

    No eras tan desconocida como te imaginaba, ya nos hemos relacionado antes. Pero ya te he dejado en claro que yo no quiero relación alguna contigo, porque sigues apareciendo.

    -¿Ahora así será la calidad de tus visitas?

    . . . 

           . . .

                   . . .

                             . . .

    ¿Por qué escucho un ladrido?, ya lo había escuchado antes. Y esta ensoñación ya la había soñado antiguamente. 

    Esa sombra de ahí, es de mi despertar o es de mi soñar. La oscuridad me observa y yo la observo a ella.

    Esta amnesia constante la identificó como tu presencia.

    -¿Por qué no te has ido?

    -¿Qué quieres de mí? Parece que quisieras que te cuestione esta vez. 

    Yo solo quiero dormir, y tú solo me quieres desvelar, permíteme descansar. Este insomnio me mata noche a noche.

    Y por alguna razón, solo me recuerdas a “La jouissance”: el orgasmo, el abismo. No me quiero perder, tanto trabajo que me ha costado iluminar el camino. Yo ya no pertenezco al subsuelo, conozco a Hades y le mando saludos, pero en definitiva no lo extraño. 

    De tan negra que eres me reflejo en ti. Pero…

    -¿Dónde quedo el alarmante zumbido que te caracteriza?

    -¿Por qué ahora hay calma?

    – ¿Se acerca la tormenta?, o ¿acaso ya ha terminado?

    Estás detenida frente a mí, eres como una polaroid revelándose, pero ahora ya te has materializado.

    Estás posada frente a mí como un fresco, ahora identificó que fuiste parte de mí, eres parte de mí, y serás parte de mí. Hagamos las paces, y prométeme que la próxima vez que te manifiestes, no será de manera alarmante.

    . . .

         . . .

              . . .

    Un perro duerme.

  • Ninfas, perros, Barragán y Friedeberg.

    Ninfas, perros, Barragán y Friedeberg.

    Una tarde de mayo, más calurosa de lo normal, transpiraba en demasía, y mi playera de algodón se hacía más pesada de lo que era. Siempre había detestado hacer el check-in en hoteles de playa, lo único que quería era aventarme a la alberca y correr hacia el mar. Sin embargo el check-in me recuerda que solo soy un visitante más, y que mi cuerpo no está acostumbrado al calor. Comencé a experimentar una sensación de incomodidad en los pies, como si el calor, me recordase que ahí tenía dos pies, con cinco dedos cada uno, y solo podía sentir el calor acumularse en mis tenis. Sentía como si fuera una canasta de tacos sudados, o una torta ahogada en bolsa, me produce asco esta sensación. La chica del mostrador del hotel me indicaba el número de mi reservación y los detalles acerca de mi estancia, yo solo podía pensar en la brisa de la costa y los intensos colores que el hotel tenía. Me parecía un poco extravagante y fuera de lugar la elección de la paleta de colores del espacio, yo sabía que venía a hospedarme en un hotel concepto como se hacía llamar, y esperaba extravagancias, pero el color solo me estaba sofocando. 

    La arquitectura del lugar era como si Luis Barragan y Pedro Friedeberg hubiesen colaborado en una construcción. Los muros estilo Barragán, pero los colores tan explícitos como en los cuadros de Friedeberg, la paleta principal consistía de un verde amargo y un rojo pasional, en la playa estos colores parecían fuera de otro mundo, y solo me generaban ganas de tomar agua y follar.

    Después de realizar el check in, un bellboy me acompañó a mi cuarto. Durante este traslado, en algunos de los pasillos con un intenso aire acondicionado, pude ver a través de ventanales, albercas privadas de ciertas habitaciones. El fluir del agua en las superficies rojas y verdes, generaba en mí lujuria, y acompañado de mis sudados calcetines, solo encontraba confusión en mi mente.

    Lujuria, calor y sed eran una muy mala combinación para alguien como yo. 

    Me encontré en mi habitación, conmigo. Recordando cuál era el propósito de mi estadía, en este lugar, ¿Cómo había llegado yo aquí? algo me indico que estaba aquí para festejarme. 

    ¿Festejar qué?, ¿mi locura?, ¿mi sed?, eso no lo tenía claro. Pero mi familia me había regalado un viaje y me encontraba yo aquí, entre rojos y verdes, entre Friedeberg y Barragán. Los calcetines ya no eran más un problema, pero al ver mis pies ahora sentía como una comezón hasta que se desvanecieron en la losa que pisaba, ¿me estaba esfumando? Una pisada a la vez. 

    Decidí ir por algo de comer, lo menos que uno quiere al encontrarse en un hotel de costa, es encontrarse en una habitación con aire acondicionado y coger un resfriado. El restaurante me sorprendió, la atmósfera ahora me invitaba a quedarme y estar un tanto más en paz con el presente, me recibió un espacio con claros tintes de clasicismo, de cierta manera, me recordaba ciertas salas del palacio de Versalles y me invitaba a portarme como Dionisio, me senté solo. ¿Dónde se encontraba mi familia?, con la que iba a festejar. El menú consistía de platillos mediterráneos. Me pedí un suero y sentí la burbujeante efervescencia del fresco líquido, calmar mi sed; no tanto mi lujuria, y un poco menos mi locura. 

    Pedí un ceviche de callo de hacha, también unas almejas chocolatas y un aguachile, el mesero me ofreció el vino rosado del día, pero yo no bebo, ¿desde cuando no bebía?, no lo sé. Pero lo que menos necesitaba era un estado etílico, me sentía fresco y con un poco de claridad, cuánto me había costado estar así. A unas mesas de distancia pude observar a unas señoras, se veían con mucha menos claridad que la que yo tenía, ellas sí disfrutaban de los vinos y de sentirse Ninfas dionisiacas en un salón con interiorismo pseudo-clasicista, todo era una apariencia, pero parecía que no la estaban pasando mal. Me costaba trabajo disfrutar de mi callo de hacha mientras las estrepitosas risas de las señoras penetraban mi consciencia, la verdad era imposible que no captaran mi atención, genuinamente parecían ninfas, vestían de blanco y sus prendas eran holgadas y frescas, su piel pecosa y bronceada, en momentos su aroma llegaba hasta mi mesa, una mezcla de almizcle, hormonas, vino y limonada. Las cuarentonas comenzaban a atraerme, no me podía resistir a los aromas y menos a las ninfas, mi lado estoico me decía que me concentrara en mi comida, pero mi lado necio no podía evitar voltear a ver el gran show que estaban montando. Traté de disfrutar mi comida, la cual en definitiva tenía un gran sazón, no me considero muy conocedor en mariscos, pero tampoco un ignorante, la frescura de los alimentos era muy buena. Lo que más disfruté esa tarde fue el callo de hacha, podría haber pedido solamente callo de hacha y hubiera estado perfecto. No tomé postre. 

    Cuando me iba a levantar para retirarme, las ninfas comenzaron a desvariar. Una de ellas comenzó a desnudarse y las demás la siguieron, curiosamente yo era el único otro huésped en el restaurante y como buena cortesía, me invitaron a desnudarme también. Me pareció un gesto amoroso que me invitaran a hacerlo, sus cuerpos eran sensuales y suaves para la edad que aparentaban según su plática y modismos. En mi mente yo ya comenzaba a imaginar todo un carnaval de placer y depravación con ese grupo de ninfas. Pero algo en mi rechazó la oferta de desnudarme con ellas. Mi pulso se comenzó a acelerar y sentí una gratificación instantánea en el hemisferio del sophos en mi mente. Me había rehusado a las voluptuosidades de la vida. Pero una de las ninfas se acercó a mí cuando estaba por salir del salón, nuevamente invitándome a desnudarme, tocó mi brazo y mi pecho, era muy bella, tenía unos lindos pezones rosados que tenían una erección, me recordaba a Eva Green en “The Dreamers”. Sentía que ya no era tan estoico y que tal vez podría quedarme a disfrutar, pero sabía que no me convenía, algo muy dentro de mi, me decía que tuviera mucho cuidado, que algo ahí podía salir muy mal. Afortunadamente cuando estaba muy cerca de mí, noté su mal aliento, y eso rompió toda la fantasía. Me largué. Todo eran apariencias. 

    Caminando por los pasillos hacia mi cuarto; lo que antes había sido una cascada artificial que mediante el roce del agua me produjo una sensación de excitación, ahora me produjo náusea y asco, parecía sangre. Me encontré experimentando una claustrofobia particular, los pasillos me parecían oscuros y lúgubres, ¿acaso había alfombra antes?, ¿quién  era el maldito diseñador de interiores de este hotel concepto? no podía jugar así con mi cabeza, ¿estaba imaginando yo la alfombra? ¿quién pondría alfombra en un hotel de playa?

    Quería escapar de ese nauseabundo pasillo, quería vomitar los mariscos frescos que había comido, me sentía inundado como por una trompeta cacofónica en una melodía acelerada de jazz, necesitaba un excusado. 

    Vomité los mariscos y me dolió la garganta. Lo que antes había tratado de evitar: Un huésped enfermo en su cuarto de hotel, con aire acondicionado, que le produce frío, era yo en ese momento. Sudaba frío, y solo agradecí que el piso fuera de mármol y no de alfombra. 

    ¿Habría sido la alfombra o el mal aliento de la ninfa lo que produjo la náusea en mi?

    No había desecho mi maleta, así que me dispuse a desempacar. La maleta no tenía ropa, tenía un taladro y discos duros, pero no tenía nada más. Ya no sabía ni quién era yo, ¿cómo me llamaba? ¿Qué hacía yo aquí? Entré Barragán y Friedeberg. 

    Desperté y solo tenía la necesidad de salir a caminar, curiosamente había ropa adecuada en la habitación a mi despertar.

    Me encontraba en un sendero peculiar, el sol inundaba el día, el sendero era una canaleta de tierra, estrecha y era difícil caminar en él. 

    De pronto observé unos perros, me comenzaron a seguir, me pareció que podían ser agresivos. Y solamente traté de alejarme pero no se iban y comenzaron a gruñir, entró en mi un temor, no me apetecía recibir inyecciones para la rabia, y menos con el calor. ¿Por qué no había ido a refrescarme al mar? ¿Por qué me encontraba entre perros rabiosos y senderos estrechos? 

    Uno de los canes comenzó a acercarse aún más, parecía no temerme y gruñía con más potencia, si les daba la espalda sería mordido. 

    La situación había escalado suficiente y tuve que marcar un límite físico con los perros, en el sendero había piedras en los costados, piedras de buen tamaño con las cuales se podía bloquear la canaleta, así que comencé a mover piedras las cuales caían entre mi y los canes, esto si que los espanto, y además bloquee el camino. ¿Ahora cómo regresaría? 

    ¿Qué hacía yo aquí? ¿Las ninfas serían más peligrosas que los perros?, seguí caminando, no sabía hacia dónde, lo único que tenía claro es que me encontraba entre Friedeberg y perros, entre senderos estrechos de tierra y Barragán, entre ninfas y una costa calurosa.

  • Dosto

    Dosto

    Dosto, así título a mi nuevo escritor favorito, es de cariño porque lo amo. Dostoievski es un escritor Ruso del siglo XIX, nunca me imaginé que fuera a estar escribiendo por gusto sobre él. En la prepa me tocó leer un poco de “Crimen y castigo” pero el simple hecho de verlo en un libro de literatura me dio flojera. A lo largo de mi vida el oponerme ha sido una constante. ¿Oponerme a qué?, a lo que sea que se pueda oponer uno, es mi naturaleza, me ha traído consecuencias buenas y en su mayoría malas. Yo me oponía a leer clásicos de la literatura, me daba tremenda hueva, prefería sumergirme en literatura beatnik pornográfica y controversial, y me perdí de todo un mundo de posibilidades y mundos. 

    En la introducción de “Poesía, pan de los elegidos” de Octavio Paz, Sergio Pitol dice lo siguiente: 

    • “El libro es uno de los instrumentos creados por el hombre para hacernos libres. Libres de la ignorancia y de la ignominia, libres también de los demonios, de los tiranos, de fiebres milenaristas y turbios legionarios, del oprobio, de la trivialidad, de la pequeñez. El libro afirma la libertad, muestra opciones y caminos distintos, establece la individualidad, al mismo tiempo fortalece la sociedad y exalta la imaginación.”

    Me parece que para mi el primer libro que me ayudó a viajar, a volverme libre fue “Rosa está hecha un lío” de Juan Carlos Chandro, lo leí cuando tenía aproximadamente 8 años, y solo recuerdo estar en casa de mi abuela en posiciones absurdas leyendo sin poder dejar de devorar páginas. Recuerdo que mi mamá comenzó leyendo a mi hermana y a mí, pero para mi fue inevitable reservarme a que la lectura la hiciera solo mi madre, me opuse a la idea de que habría una hora destinada a viajar con los relatos de Rosa y decidí embarcarme en la obsesión literaria. 

    Cabe mencionar que mi ego mientras escribo esto me comparte lo siguiente: Que oso que estés hablando de tu primer éxtasis literario con un libro para niños, deberías de contarles que “La Náusea” de Sartre fue con el libro con el que experimentaste esas sensaciones. Y con consciencia, le respondo a mi ego que ¡Gracias por compartir! pero así no fue, con La Nausea de Sartre varias veces entre en sueños existenciales jaja, y me costó un huevo y la mitad del otro leerlo. 

    Se me hace curioso que el objetivo de este artículo sea hablar de Dostoievski y que yo haya terminado mencionando literatura infantil. Pero la importancia de mencionar ese libro que me marcó en mi infancia es que para mi leer “Los hermanos Karamázov” de Dostoievski generó esas mismas sensaciones con las cuales ese primer libro me hookeo. 

    Me considero de cierta manera un lector ávido, disfruto plenamente de el acto de leer, y en estos últimos dos años me he caracterizado por siempre estar leyendo, Luna Miguel dice que; “Leer es lo que se hace, mientras uno no esta follándo”, entonces se podrán imaginar como esta mi vida sexual actualmente si acabo de leer un librito de 1130 páginas jaja, pero bueno ese no era el punto.

    La verdad no tengo ni la más remota idea de cómo llegó Dosto a mi vida. Utilizo una plataforma de lectura o no se que sea, llamada “Goodreads” en la cual tengo una lista de que quiero leer. Pero Dostoievski no estaba en esa lista, simplemente un día me encontré en El péndulo (la cual creo que es de mis librerías favoritas) y solo tenía una misión, quería leer un clásico. Me opuse a seguir leyendo literatura contemporánea, sentí que algo me hacía falta. Y se manifestó Dostoievski, y en particular “Los hermanos Karamázov”. Si yo tenía algún prejuicio ante cómo se veía la literatura clásica, “Los hermanos Karamázov” era el claro ejemplo de este prejuicio. Un libro de un escritor ruso, con un apellido rebuscado que pesara aproximadamente 1 kilogramo, o sea un tabique. A primera instancia al ver el libro me sentí claramente intimidado ante la pieza literaria que se encontraba ante mi, pero en la librería me lo súper recomendaron, y la verdad creo en que lo que es para uno, simplemente le llega, algo me llevó a escoger el libro de entre los demás que tenia pensado comprar y me lo lleve a casa, es como si fuera un perro en adopción o algo asi jaja, un ejemplar más de “Los hermanos Karamázov” había encontrado a su dueño. 

    Comencé a leer un tanto escéptico a si el libro fuera a gustarme, la edición que compré y me imagino que en general muchas de las ediciones contenía un prólogo en el cual se hablaba del autor su historia y sus demás novelas, leer 70 páginas solo de prólogo es algo que en general sucede cuando el libro va a ser particular, o estará muy malo y no vas a entender nada o agradecerás entender al autor un poco antes de leer libro porque quedarás sorprendido y enamorado de su lírica poetisa jaja, bueno claro está que hay una infinidad de posibilidades de porque un libro tendría un prólogo de 70 páginas, solo esas son un par de las que he experimentado.

    Para mi la experiencia de un libro físico no tiene comparación alguna, no me llama la atención leer en formato digital y la verdad disfruto de sobremanera coleccionar libros, con ellos a mi alrededor me siento acogido. El libro de “Los hermanos Karamázov”, es una de las últimas adiciones a mi colección y solo disfruto verlo reposar en el librero, disfruto verlo y recordar todo lo que me regaló.

    Ahora les compartiré un poco de lo que me regaló y la experiencia de leer un libro de semejante talla. 

    Para mi una de las ideas que más impactó mi mente, espiritu y alma fue la siguiente quote:

    “Existo y Amo”, a través de esta frase pude liberarme de la cerrada idea existencial de pensar y luego existir planteada por Descartes. Me pareció que a través de esta frase pude reflejar el sentido de mi existencia en 3 concisas palabras, para mi hoy es importante tratar de habitar desde el amor, primero que nada conmigo mismo y después con quienes me rodean y con mi entorno. 

    Antes yo había leído una de las frases más célebres de este libro interpretada por uno de los escritores beatniks más reconocidos, Burroughs. El decía “Nothing is true, Everything is permitted”, el “Todo está permitido” de Dostoievski me lleva a nuevos panoramas de reflexión, sobre todo después de haber leído algo tan poderoso como: “Existo y Amo”.

    La ambivalencia y el diálogo que encontré en los personajes de Dosto al expresar ideas como las anteriores, para mi fue sumamente enriquecedor intelectual y espiritualmente hablando. La verdad es que soy una persona que dentro de mi experiencia humana siempre me ha parecido interesante atentar contra el límite, ¿Si existen reglas, que no están hechas para romperse? era un poco mi manera de pensar y a veces sigo habitando desde esa filosofía, no me quiero pintar como un santísimo puritano. Pero lo que gracias a Dosto logre comprender es que si, cada individuo es libre de hacer lo que se le antoje, ya sea incluso matar, nada está prohibido en la experiencia humana. Pero hay algo sumamente importante que yo antes en mi mente fantasiosa e ingenua no había logrado comprender, uno no puede vivir sin consecuencias. Dejémoslo en remordimientos, el alma pura experimentará siempre el remordimiento. Y eso es lo que a mi me conmueve, yo he actuado desde el “Todo está permitido”, pero mi remordimiento siempre se ha acabado manifestando y haciéndose notar para que yo le preste atención y trabaje entonces en la purga de mi acción, o por lo menos ahí me encuentro al día de hoy. 

    Alguno de los personajes de Dosto, ya que no quiero dar spoilers, habla de que los hombres inteligentes se pueden salir con la suya, y cuando lei esto me senti un  idiota. Y sí puede que existan hombres inteligentes, pero algunos tienen alma y otros carecen de ella. Dosto me ayuda a conectar con mi alma, y reflexionar con relación a mis acciones. 

    Dosto también me recordó el milagro de la vida y lo importante que es identificar y honrar mi éxtasis en esta existencia, para mi leer frases como: “Saber que el sol existe, ya es toda una vida”, es una experiencia espiritual, Dosto le recuerda al lector el milagro del orden, del tener vida, del tener consciencia, del tener alma. Vivo en un universo bondadoso y amoroso, confío en que la vida sucede para mi. 

    Otra de las cuestiones que me impactó fue la gran identificación que encontré con diversos de los personajes en la obra, en un momento me identificaba con Aliosha, y en otra página con Mitia y en otra idea con Ivan, y en otra acción con Fiodor Pavlovich y en otra frase con Iliusha y en una experiencia con Kolia. Para mi leer este libro fue en cierta manera leer mi vida con otros personajes. Y tal vez a veces por eso leo, porque me ayuda a acomodar mi existencia, a darle un sentido o una nueva perspectiva. Pero en este libro solo la manera en que sucedió lo que relato, fue muy especial y nunca antes lo había experimentado de esa manera, pensé en la película  “Interstellar” y un poco en “Cloud Atlas”, imaginé que esas vidas que se describen en la novela también eran la mía en este presente, y esto puede que se deba a que realmente soy un ser humano más, no soy único en la experiencia, puede que muchos otros seres experimentan situaciones similares. Pero en definitiva noté una conexión particular con ciertas situaciones y vivencias, no puedo dejar de hacer hincapié en ello, también por eso se ha convertido en mi libro favorito al día de hoy. 

    Al final hubo dos situaciones en las que particularmente me sentí conmovido por el puente de identificación, una de ellas fue el castigo impuesto a uno de los Karamázov, no diré más detalles, porque no quiero que esto genere spoilers, genuinamente me interesa que haya más gente que lea este libro y con la quien pueda compartir lo experimentado en la lectura. 

    Y la segunda fue la muerte de un amigo querido a temprana edad, ese fue un hecho que marcó mi infancia y pude leer esa experiencia en otros personajes y con una perspectiva diferente que cuando en mi vida sucedió este hecho. 

    Para terminar este escrito, puedo decir que me quedan cortas las palabras para describir lo que este libro produjo en mí, me encuentro deseoso de continuar leyendo libros de Dosto. Me parece que es un autor que con extrema precisión examina al humano y sus comportamientos, para mi solo es una delicia disfrutar de ello, como comerse un buen éclaire.

    También puedo concluir que Dosto rompió en mí el estigma de leer escritores u obras de literatura clásica, ahora me encuentro sumamente interesado en buscar expandir mis horizontes imaginarios, psicológicos, espirituales y literarios a través de obras del consciente colectivo, (especialmente las de Dostoievski jaja) la siguiente novela clásica que ha captado mi atención es “La montaña mágica” de Thomas Mann. 

    Por lo pronto, les recomiendo darse un clavado en las obras de Dostoievski, yo soy un novato en el tema, pero agradezco ya haber leído una de sus célebres obras. Hay mucho por leer, tanto que a veces me abrumo ya que pienso que la vida no me alcanzará. Seguiré nutriendo mi cabeza y alma con letras, lenguaje y libros, el gran regalo de la humanidad y espero poder seguirles compartiendo un poco de lo que leo y reflexiono. Porque en estos tiempos en los que la satisfacción se puede encontrar con tanta prontitud, leer es ser libre.

    ¡Sigamos procurando nuestra libertad!, una página a la vez.

    EXISTO Y AMO

    Andrés.

  • The echoing green

    The echoing green

    Recuerdo la primera vez que fuí de campamento, sucedió cuando tenía aproximadamente 8 años, recuerdo disfrutar del bosque, de los senderos tierrosos y de dormir en mi sleeping bag. Mis padres nunca fueron realmente de ir al bosque, para mi era una experiencia extraordinaria. A los 11 años viendo videos en Youtube me encontré con que existía un deporte llamado “MTB” o en español, bicicleta de montaña, me cautivo enteramente la idea de que se podía ir al bosque a descender senderos en una bicicleta, así que investigue donde se podía practicar el deporte y di con que en el Desierto de los leones era posible practicarlo. 

    Ese fin de semana me encontraba explorando el bosque con mi papá, lo cual fue una experiencia sumamente gratificante y nueva, conocer un nuevo espacio en el cual me sentía pequeño y con cierto temor. Siempre luché en integrarme a los deportes comunes que se practicaban en la sociedad, el fútbol, el fútbol americano, baseball, basketball, etc… 

    Cuando descubrí la posibilidad de explorar y conectar con la libertad a través de mi bicicleta, algo hizo click y solo comenzó lo que es una de mis grandes obsesiones en la vida (aun y cuando hoy no la practico con regularidad).

    La bicicleta me ayudó a descubrir lugares los cuales si no me hubiera embarcado en ese viaje, no hubiera conocido. Mi bicicleta a los 16 años me llevó al desierto del Moab, conocí la Sierra Norte de Oaxaca, muchos de los bosques que rodean la CDMX y muchos otros lugares que llevo en la memoria y el corazón. 

    Hoy realmente no practico tanto el Enduro o la bicicleta de montaña, en esta etapa de mi vida, me encuentro explorando nuevos panoramas de la libertad, a través del “Bouldering” o Escalar piedras. 

    Para mi es curioso que estos deportes me han ayudado a encontrarme, a encontrar mi identidad, pero tanto ha sido el deporte el que me ha impulsado a encontrarme, como lo ha sido la experiencia de estar en contacto con la naturaleza.

    Como mencioné anteriormente es curioso que yo me encuentre buscando esta cercanía con  la naturaleza, mis padres no son precisamente los más aventureros, pero algo habita en mí que me empuja a estar allá afuera, que me invita a descalzarme cuando estoy en el bosque y hacer un poco de “grounding” con mi entorno. 

    Tal vez mi gusto por la naturaleza provenga de ver programas de Animal Planet, Discovery Channel y National Geographic desde muy pequeño. O puede ser que lo haya heredado de mi abuelo materno que sí tiene un cierto espíritu aventurero, de hecho quiero robarle su camioneta la cual adaptó para ser RV y echar un buen viaje de la CDMX a Yosemite. 

    Estos pasados días me he encontrado compartiendo energía con el bosque, con diversos bosques y espacios naturales. He estado yendo a caminar al Desierto de los Leones, a correr al Parque Tarango, a escalar a Mineral del Chico y Salazar, y me siento en casa. Me he dado cuenta que en mi vida tengo un objetivo muy claro, estar en contacto con el bosque, con la naturaleza. El bosque me regala una energía vital, el bosque me recuerda que soy una pizca más en este universo, me recuerda la impermanencia, me recuerda los matices y texturas que puede tener la existencia, el bosque me hace sentir vivo. 

    Disfruto la experiencia de estar allá afuera, no bañarme y no sentirme incomodo, si no me baño en la ciudad me comienza a picar el cuerpo y experimentó una incomodidad que no me permite habitar en el aquí y en el ahora, en cambio cuando estoy allá afuera, la vida se vuelve más simple, deja de haber problema cuando no estoy bañando, me sueno mocos con tierra y solo me parece gracioso, no hay estándares sociales a los cuales adecuarlo, saludo a las personas, agradezco a las piedras, al viento, a la sombra, a los árboles, a los helechos, benditos helechos, me impresiona siempre pensar que estos seres habitan en esta tierra aproximadamente desde la era paleolítica o antes, algo deben saber que yo no, de eso seguro estoy. 

    Algo que también es sumamente importante mencionar es que he descubierto la importancia de con quien comparto mis momentos en el bosque, y siento que el mismo bosque me ayuda a encontrar a mi tribu, hoy agradezco que siento que estoy pudiendo contactar con esta tribu, aunque suene primitivo jaja.

    Por último solo quiero recordar que para mi estar allá afuera es un privilegio, tengo un amigo que mencionaba el privilegio de poder realizar un ascenso a una montaña, lo común es que la gente esté en la ciudad, muchas personas no están enteradas de los amplios bosques que se encuentran a las afueras de la ciudad. Y desafortunadamente el bosque es impermanente, sobre todo al ritmo y estilo de vida que se vive el día de hoy. Es insostenible mantener las áreas verdes con vida, para mi es de suma importancia presenciar y vivir estos espacios mientras se pueda.

    Manifiesto aquí que al escribir esto espero estar acercándome más a mi objetivo de estar cerca del bosque, de estar allá afuera. La verdad me llama mucho la atención la “Dirtbag life”, tengo un amigo que me dice que “A simple life, is a happy life”, en mi intención es hacer lo posible por mantenerme en contacto con la verdeza del afuera. 

    Por acá les seguiré compartiendo las reflexiones de mi presente.Y mis experiencias en la naturaleza.

    “Stay green”

    Y les dejo un gran poema que me conmueve y emociona de William Blake.

    The sun does arise,

    And make happy the skies.

    The merry bells ring

    To welcome the Spring.

    The sky-lark and thrush,

    The birds of the bush,

    Sing louder around,

    To the bells’ cheerful sound. 

    While our sports shall be seen

    On the Ecchoing Green.

    Old John, with white hair 

    Does laugh away care,

    Sitting under the oak,

    Among the old folk, 

    They laugh at our play, 

    And soon they all say.

    ‘Such, such were the joys. 

    When we all girls & boys, 

    In our youth-time were seen, 

    On the Ecchoing Green.’

    Till the little ones weary

    No more can be merry

    The sun does descend,

    And our sports have an end: 

    Round the laps of their mothers, 

    Many sisters and brothers,

    Like birds in their nest,

    Are ready for rest;

    And sport no more seen,

    On the darkening Green. 

    Amor y Paz, Andrés.

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