Súcubo

Un perro ladra, en la lejanía de mi despertar.

Apenas despierto un poco, el ladrido se hace presente en la cercanía. La noche envuelve la habitación, el sueño aberrante comienza a crepitar mi consciencia, la consciencia. 

Me aterra de donde vengo.

Ya habían pasado estos episodios. Cuando mi cuerpo está inmóvil, pero mi espíritu despierto. Lo oscuro ya no me visitaba,

-¿Por qué regresas? Le preguntó.

No hay respuesta. No sé si ya me puede escuchar, pero yo a ella sí, la oscuridad es ensordecedora. 

– Ya me habías olvidado.

– Podrías ser un poco más cordial al aproximarte, que no ves que me aterras. 

Siempre te aproximas con tu celeridad viscosa, te mantienes un tanto distante, te mueves por las orillas y te cuelas entre las ranuras, cubriendo la superficie de tu negritud. Los ladridos del perro me avisan sobre tu presencia.

-¿De qué manera me protejo yo ahora?

Mis gritos solo tú los escuchas, apenas y yo me alcanzo a escuchar. Eres sofocante. 

Comienzo a sentir el delirio embriagando mi cuerpo.

Primero los pies, un breve zumbido que se comienza a manifestar, e incrementa hasta que me convierto en panal. Sigo despierto, pero pronto ya no sé si estaré. El vértigo me comienza a desvanecer, mi cuerpo pierde el control, la frecuencia ahora está fuera de mi rango. Existo entre la interferencia.

Todo comienza a volverse un síncope de la razón, y yo no entiendo nada. Mi cuerpo es como si ya no fuera mío, cada vez es más alarmante tu cercanía, y mi colapso más real.

Escucho el sonido de un avión de la Wehrmacht, en este limbo de consciencia. 

Algunas veces logré regresar a mi presente mordiéndome la lengua, sacudiendo mi cuerpo antes de que arribe el desvanecimiento, pero hoy no es una de esas, hoy es demasiado tarde, ya te siento muy cerca, faltan unos minutos que se sienten como eternidad para que nos encontremos de nuevo.

Otras veces trate de atravesarte, rendirme ante tu frecuencia para poder convertirte en aliada, trate de entrar sin miedo al abismo, pero es imposible no aterrorizarme con tu luminosa sombra. Traté de rescatar algo de conocimiento de la experiencia, pero de la misantropía total, lo único consecuente es la putrefacción. 

Tengo claro que cuando te acercas siento el abismo, mi abismo. 

Vivo dormido y despierto en el sueño. Me aterra que me muestres mi somnolencia. 

Los ladridos me anuncian tu llegada, se han incrementado y no paran. Tú no sabes parar. Eres como una tormenta inminente, ha empezado a llover.

. . .

Ahora me dejas verte, pero eres engañosa. Primero te comienzas a manifestar destellante, aún no concibo tu forma, pero pude despertar brevemente, me encuentro tan alerta como el perro de la noche, que aún ladra. No regresaré al sueño, me lo prometo a mí mismo.

-¿Pero cuánto aguantaré? Mi lucidez es ínfima, debo procurarla.

No sé si es la oscuridad de la noche, mi oscuridad o la oscuridad aterradora. Esta vez se siente diferente a las demás, antes te colabas entre ranuras y solo te veía en una aceleración, hasta que me ahogabas con tu penumbra.

Pero me aterras.

– ¿Aún no lo has comprendido?

Mis gritos apenas y yo los escucho, es imposible resistirme a este desvanecimiento. 

Un grito ahogado y un segundo muteado, un tercero y un cuarto que no se materializan, mi palabra carece de frecuencia.

Es una simple sílaba, una sencilla letra, A. La letra con la que inicia el nombre y apellido de Antonin Artaud. La próxima vez probaré decir su nombre como conjuro. Un quinto grito y ni el aire me escucha. Estoy atrapado en el sueño. 

Ahora ya no sé cuál es mi lucidez y cuál es mi ensoñación, pero en ambas te manifiestas, así como los ladridos. Y poco a poco comienzo a darte forma, eres un espectro humeante de oscuridad. 

En ti observo mi vació, y me aterra. Me duele y me incomoda materializarte, tienes el aspecto de una nube cumulonimbos, y estas nubes significan mal tiempo.

-¿Qué sucederá cuando se manifieste la tormenta?

-¿O esta es la calma?, en este letargo no sé identificar la diferencia.

Veo mis brazos y veo mis piernas, y me veo durmiente, pareciese que nada está sucediéndome, pero me veo verte y te veo verme. Eres el centro del toroide, un agujero negro que arrastra hacia tu oscuridad toda aquella luminosidad.

Pero nunca te había observado con claridad,

¿Por qué esta vez sí?, parece que ya te conozco.

No eras tan desconocida como te imaginaba, ya nos hemos relacionado antes. Pero ya te he dejado en claro que yo no quiero relación alguna contigo, porque sigues apareciendo.

-¿Ahora así será la calidad de tus visitas?

. . . 

       . . .

               . . .

                         . . .

¿Por qué escucho un ladrido?, ya lo había escuchado antes. Y esta ensoñación ya la había soñado antiguamente. 

Esa sombra de ahí, es de mi despertar o es de mi soñar. La oscuridad me observa y yo la observo a ella.

Esta amnesia constante la identificó como tu presencia.

-¿Por qué no te has ido?

-¿Qué quieres de mí? Parece que quisieras que te cuestione esta vez. 

Yo solo quiero dormir, y tú solo me quieres desvelar, permíteme descansar. Este insomnio me mata noche a noche.

Y por alguna razón, solo me recuerdas a “La jouissance”: el orgasmo, el abismo. No me quiero perder, tanto trabajo que me ha costado iluminar el camino. Yo ya no pertenezco al subsuelo, conozco a Hades y le mando saludos, pero en definitiva no lo extraño. 

De tan negra que eres me reflejo en ti. Pero…

-¿Dónde quedo el alarmante zumbido que te caracteriza?

-¿Por qué ahora hay calma?

– ¿Se acerca la tormenta?, o ¿acaso ya ha terminado?

Estás detenida frente a mí, eres como una polaroid revelándose, pero ahora ya te has materializado.

Estás posada frente a mí como un fresco, ahora identificó que fuiste parte de mí, eres parte de mí, y serás parte de mí. Hagamos las paces, y prométeme que la próxima vez que te manifiestes, no será de manera alarmante.

. . .

     . . .

          . . .

Un perro duerme.

Comments

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

×