
Recuerdo la primera vez que fuí de campamento, sucedió cuando tenía aproximadamente 8 años, recuerdo disfrutar del bosque, de los senderos tierrosos y de dormir en mi sleeping bag. Mis padres nunca fueron realmente de ir al bosque, para mi era una experiencia extraordinaria. A los 11 años viendo videos en Youtube me encontré con que existía un deporte llamado “MTB” o en español, bicicleta de montaña, me cautivo enteramente la idea de que se podía ir al bosque a descender senderos en una bicicleta, así que investigue donde se podía practicar el deporte y di con que en el Desierto de los leones era posible practicarlo.
Ese fin de semana me encontraba explorando el bosque con mi papá, lo cual fue una experiencia sumamente gratificante y nueva, conocer un nuevo espacio en el cual me sentía pequeño y con cierto temor. Siempre luché en integrarme a los deportes comunes que se practicaban en la sociedad, el fútbol, el fútbol americano, baseball, basketball, etc…
Cuando descubrí la posibilidad de explorar y conectar con la libertad a través de mi bicicleta, algo hizo click y solo comenzó lo que es una de mis grandes obsesiones en la vida (aun y cuando hoy no la practico con regularidad).
La bicicleta me ayudó a descubrir lugares los cuales si no me hubiera embarcado en ese viaje, no hubiera conocido. Mi bicicleta a los 16 años me llevó al desierto del Moab, conocí la Sierra Norte de Oaxaca, muchos de los bosques que rodean la CDMX y muchos otros lugares que llevo en la memoria y el corazón.
Hoy realmente no practico tanto el Enduro o la bicicleta de montaña, en esta etapa de mi vida, me encuentro explorando nuevos panoramas de la libertad, a través del “Bouldering” o Escalar piedras.
Para mi es curioso que estos deportes me han ayudado a encontrarme, a encontrar mi identidad, pero tanto ha sido el deporte el que me ha impulsado a encontrarme, como lo ha sido la experiencia de estar en contacto con la naturaleza.


Como mencioné anteriormente es curioso que yo me encuentre buscando esta cercanía con la naturaleza, mis padres no son precisamente los más aventureros, pero algo habita en mí que me empuja a estar allá afuera, que me invita a descalzarme cuando estoy en el bosque y hacer un poco de “grounding” con mi entorno.
Tal vez mi gusto por la naturaleza provenga de ver programas de Animal Planet, Discovery Channel y National Geographic desde muy pequeño. O puede ser que lo haya heredado de mi abuelo materno que sí tiene un cierto espíritu aventurero, de hecho quiero robarle su camioneta la cual adaptó para ser RV y echar un buen viaje de la CDMX a Yosemite.
Estos pasados días me he encontrado compartiendo energía con el bosque, con diversos bosques y espacios naturales. He estado yendo a caminar al Desierto de los Leones, a correr al Parque Tarango, a escalar a Mineral del Chico y Salazar, y me siento en casa. Me he dado cuenta que en mi vida tengo un objetivo muy claro, estar en contacto con el bosque, con la naturaleza. El bosque me regala una energía vital, el bosque me recuerda que soy una pizca más en este universo, me recuerda la impermanencia, me recuerda los matices y texturas que puede tener la existencia, el bosque me hace sentir vivo.
Disfruto la experiencia de estar allá afuera, no bañarme y no sentirme incomodo, si no me baño en la ciudad me comienza a picar el cuerpo y experimentó una incomodidad que no me permite habitar en el aquí y en el ahora, en cambio cuando estoy allá afuera, la vida se vuelve más simple, deja de haber problema cuando no estoy bañando, me sueno mocos con tierra y solo me parece gracioso, no hay estándares sociales a los cuales adecuarlo, saludo a las personas, agradezco a las piedras, al viento, a la sombra, a los árboles, a los helechos, benditos helechos, me impresiona siempre pensar que estos seres habitan en esta tierra aproximadamente desde la era paleolítica o antes, algo deben saber que yo no, de eso seguro estoy.

Algo que también es sumamente importante mencionar es que he descubierto la importancia de con quien comparto mis momentos en el bosque, y siento que el mismo bosque me ayuda a encontrar a mi tribu, hoy agradezco que siento que estoy pudiendo contactar con esta tribu, aunque suene primitivo jaja.


Por último solo quiero recordar que para mi estar allá afuera es un privilegio, tengo un amigo que mencionaba el privilegio de poder realizar un ascenso a una montaña, lo común es que la gente esté en la ciudad, muchas personas no están enteradas de los amplios bosques que se encuentran a las afueras de la ciudad. Y desafortunadamente el bosque es impermanente, sobre todo al ritmo y estilo de vida que se vive el día de hoy. Es insostenible mantener las áreas verdes con vida, para mi es de suma importancia presenciar y vivir estos espacios mientras se pueda.
Manifiesto aquí que al escribir esto espero estar acercándome más a mi objetivo de estar cerca del bosque, de estar allá afuera. La verdad me llama mucho la atención la “Dirtbag life”, tengo un amigo que me dice que “A simple life, is a happy life”, en mi intención es hacer lo posible por mantenerme en contacto con la verdeza del afuera.

Por acá les seguiré compartiendo las reflexiones de mi presente.Y mis experiencias en la naturaleza.
“Stay green”
Y les dejo un gran poema que me conmueve y emociona de William Blake.
The sun does arise,
And make happy the skies.
The merry bells ring
To welcome the Spring.
The sky-lark and thrush,
The birds of the bush,
Sing louder around,
To the bells’ cheerful sound.
While our sports shall be seen
On the Ecchoing Green.
Old John, with white hair
Does laugh away care,
Sitting under the oak,
Among the old folk,
They laugh at our play,
And soon they all say.
‘Such, such were the joys.
When we all girls & boys,
In our youth-time were seen,
On the Ecchoing Green.’
Till the little ones weary
No more can be merry
The sun does descend,
And our sports have an end:
Round the laps of their mothers,
Many sisters and brothers,
Like birds in their nest,
Are ready for rest;
And sport no more seen,
On the darkening Green.

Amor y Paz, Andrés.
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